
Una debe ser muy tenaz y empeñarse a fondo para mantener el espíritu de la sorpresa lo más intacto posible: un esfuerzo constante para no dejarla escapar -sorpresa es mi palabra favorita, junto a pionono y gazpacho-.
Lo ideal es aplicarse el cuento en todas las áreas de la vida: pareja, hijos, amigos, clientes… Sorprender todo el rato, echarle ganas ¿agotador? Más agotador me parece sostener esos vacíos y rutinas que nos machacan. Bendito agotamiento.
A los 36, a los 46, 56 o los que sean… Las expectativas se pueden desplomar y llevarnos a pensar que pocas sorpresas nos quedan, pero últimamente me he dado cuenta de que el capítulo más interesante de una vida siempre está por llegar y no tiene por qué ocurrir en nuestra primera juventud/edad adulta.
Nos empeñamos en ajustarnos a los tiempos de los demás cuando las etapas de la vida no tienen por qué ser cronológicas y mucho menos iguales que las del resto. Y esto es algo que me apasiona, porque nada me puede parecer más aburrido que una vida previsible, superficial y sin sobresaltos.
Aunque debo confesar que a veces también he deseado esas vidas familiares y profesionales pluscuamperfectas -aparentemente- y que yo misma he recurrido a algo de necesaria superficialidad para salir del paso.
Pero me fascina el misterio, me fascina tener una nueva ilusión y me fascina que me haya ocurrido con un proyecto profesional. Muchas veces el misterio surge cuando algo conocido se nos presenta de forma diferente, solo que esta vez han tenido que pasar 5 años para redescubrirlo. Una descarga de energía límbica que espero mantener intacta hasta que deba soltarla o dejarla ir (nada de apegos). Cuando acabe esta aventura, ojalá que no lo haga, pues a otra cosa: “diviértete y disfruta del viaje mientras estés en él”.
Así que pido un aplauso por favor al amor que por fin, a mí, ha llegado. Gracias por tanto y tonto amor.