
Quién me iba a decir mientras escuchaba a Fernando Arrabal hablar de los cuatro avatares de la modernidad en la Casa Loewe, que al día siguiente iba a vivir mi propia experiencia patafísica”.
Hubo indicios y acercamiento -sutil pero revelador contacto- y aquello tenía todos los visos de ser una cita, un encuentro, o algo. No sé. Iba preparada para todo.
Jamás me lo habría planteado, es más, cuando le conocí dos años atrás no le consideré ni por un momento. Siempre pensé que no era mi tipo: más joven, más guapo y con el pelo más largo que yo.
Nunca me ha gustado la perfección física. Siempre me he sentido atraída por hombres con estilo o personalidad, independientemente de su belleza. Hombres con ingenio, con clase, que van de frente y con una experiencia vital profunda o al menos interesante.
Lo que ocurrió aquel día fue la gran señal. Solo entonces pensé: anda, ¿le haré gracia?
Hay una expresión perfecta para describir aquel glorioso momento, pero es algo que me disminuye y envejece, así que no puedo mencionarlo por aquí. No sé si existe alguna alguna palabra tan millenial como él para explicarlo, a ver si la encuentro: ¿Random? No sé, pero aquello ocurrió tres veces.
Me quedé confundida y paralizada, pero no porque no quisiera lanzarme a su cuello o a su hercúleo torso (algo que deseaba ardientemente), sino por lo inesperado de la situación -lo que mi baja autoestima justificó como accidental-. No me quité, claro está, pensé: vale, perfecto ¿y ahora qué se supone qué debo hacer? Que siga ¿no? ¿Me va a dejar así? ¿Habrá sido sin querer? Normalmente me han abordado de otras formas más creativas y especiales, pero oye, tampoco pasa nada por bajar un poco el nivel.
¿Pensaría que mi timidez enfermiza despacha indiferencia o rechazo? Alguna vez me han dicho que parezco seria y distante, qué ironía, lo que pasa es que soy asturiana.
Y hablando de la metodología autóctona, se hace saber que lo habitual es ignorar al objeto de interés, a no ser que sean las 6 de la mañana y se lleven unas cuantas copas encima. Entonces sí, entonces habrá acercamiento.
No soy yo, es Asturias.
Después del último mes notando una actitud más abierta y de detectar contacto con cierta intención -no descaradamente explícito pero tampoco neutro como hasta entonces- en cuanto nos vimos fuera del entorno habitual, en cuanto pusimos el pie en la fiesta, en cuanto nos colocamos en la barra, en cuanto me quité la chaqueta, me espeta: “porque mi chica Pepita…..”
Evidentemente desconocía la existencia de Pepita.
Jamás la mencionó. De hecho un par de semanas atrás él iba a invitarme a otro evento, quien sabe si con espíritu comprometedor y estratega con vistas a que yo le invitara a este otro -mucho más apetecible-.
Aunque ahora me doy cuenta de un pequeño matiz que entonces quedó en el aire, como esa bruma asquerosamente matinal que lo empaña todo: “Si no viene una persona te vienes conmigo, de acompañante”, me dijo. Y he aquí la clave de toda esta historia: “UNA PERSONA”.
Como desconfiada (e intuitiva) que soy recuerdo no haber pasado por alto aquel comentario y pensar: bueno “ESA PERSONA” no debe ser una novia porque si así lo fuera, lo diría de forma natural ¿no? : “oye María que a esta historia al final no puedes venir conmigo porque voy con mi novia”. Perfecto. Yo lo habría entendido a la primera y no le habría dado más vueltas al tema. Como alguna vez que recuerdo vagamente algún comentario sobre su chica de turno, como si a mí me importara un pimiento, sin profundizar, pero sin más.
Así que una persona.
¿De todas formas ahora que lo pienso, qué es eso de “si no viene UNA PERSONA te vienes conmigo?” Ay no amigo, que yo también tenía otra opción de acompañante para mi fiesta, lástima de elección.
Siempre he creído que la información es fundamental en la construcción y mantenimiento de la dignidad humana. Es una pena no haber tenido ese dato con anterioridad, ya que podría haber disimulado con más gracia la cara de lerda que se me quedó hasta que nos fuimos, siendo educada -cómo no- diplomática y cortés, presentándole a mis tres o cuatro conocidos influencers, tratando de que se lo pasara bien, mientras que por dentro me sentía ridícula, mayor y desfasada.
Pero repito, hubo indicios. Los que me conocen saben que nunca no me entero de nada. No suelo montarme películas, al contrario. Nunca veo el interés que puedo generar, pero en este caso, con un desacertado margen de seguridad, lo vi.
Seguro que se fue de la fiesta encantado con mis dotes actorales. Seguro que ni se paró a pensar en lo que podía desencadenar esa laguna documental con la que me deleitó hasta aquel preciso momento. ¿No podía haberlo dicho con anterioridad? Digo yo. Si no tenía ningún interés más allá de la fiesta, ¿por qué no comentó ANTES ese detalle con normalidad?
Pasada esta rareza de historia tengo la siguiente hipótesis:
¿Montaría todo el tinglado para tener acceso a una fiesta privada con modelos, actrices, prensa… ? Y todo el tiempo anterior con inusuales atenciones, simpatías y lo que no voy a contar aquí fue el tiempo de siembra para conseguir la invitación? ¿De verdad tantas molestias para eso? ¿Por qué parecía tener tanto interés en venir? Pero si tenía novia, ¿por qué jamás la mencionó?
En fin. En mi histórico de “pseudo citas” o quedadas paranormales, hay dos que bien podrían servir para llenar las cómicas líneas de dos in memoriam.
Una ida de olla -naif, eso sí- con el tío con peor reputación del mundo (pero yo ya tenía esa información, ves, y por eso fue genial y no le di ni una vuelta más al tema). Estaba PREAVISADA.
Y una fiesta/desfile de moda con un espabilado yogurín que se esforzaba por amenizar la velada mientras tratábamos de encontrar la dispersa colección por las distintas salas, con una serie de modelos no identificadas, bien por la poca presencia de las mismas o su andar pasmoso y gesto de aburrimiento.
Pasado el tiempo necesario para reírme de esta “mi última historia” de adolescente treintañera tardía aún me pregunto: ¿No debería él haber puesto ciertos límites? ¿Evitar confusiones de este tipo si es que lo interpreté todo mal? ¿Lo interpreté todo mal?
No voy a entrar en detalles pero la razón de que me sintiera atraída por él es de psicología folletinesca. De primero de Freud o de segundo de Corín Tellado. ¿Ves? Otra asturiana.
Y sí. Puede que este ejercicio que estoy haciendo sea una pueril adaptación de lo que hizo Sophie Calle en su día, seguramente. Y creo que nunca averiguaré lo que ocurrió aquí, aunque sinceramente, ya ni me interesa saberlo.