El jueves pasado volví al Cómo (algo camuflada por si alguien me reconocía por aquel sonrojante post que escribí hace varios meses).
Pero obviamente no hubo peligro porque este blog no debe leerlo ni Dios (no suelo chequear el tráfico de esta página para no confirmar mi sospecha).
No volví porque necesitara otra dosis de abrazos (aquella vez ya tuve bastante)
Volví porque el título de la charla, Cómo hacerte respetar, me dio mucho en qué pensar.
Me llamó la atención ese aire algo tautológico del enunciado, tan rotundo e imperativo, que sólo el pronunciarlo genera respeto.
Sin tratarse de un tema de carácter o autoridad, hacer que te respeten viene a ser lo mismo que hacer que te tengan en cuenta
Hacerte visible
Y no silenciar lo que piensas.
La falta de respeto hacia uno mismo suele nacer de esas etiquetas que nos estampamos en la frente y que luego no hay quien las despegue. La ponente nos contó su experiencia y lo que le costó desprenderse de las suyas; algo parecido a lo que ya dijera Berne en “Game´s People Play”, con esos guiones que interiorizamos desde la infancia y que luego reproducimos como autómatas en nuestra edad adulta, bajo la inercia de la repetición de patrones y asunción de lo que parece pero en el fondo no somos….
Cuando se abrió el micro, al final de la charla ya derivada hacia otros terrenos farragosos como la valentía en la toma de decisiones, un chico quiso compartir su situación personal, en busca de claridad o de empuje para tomar ese camino que en el fondo, en el mismo acto de exponerlo, ya parecía decidido.
Ante su poco halagüeño panorama laboral, el chico no sabía si dejarlo todo e irse a Perú, a empezar de cero. Y fue entonces cuando una anónima espontánea le dio el mejor consejo que se oyó en la sala: “Vete, vete a Perú. Vete y averigua por qué quieres ir”.
En mi caso, para despejar similares dudas, tuve otras experiencias que no considero nada valientes, y que tampoco me han llevado al final? soñado, ni esperado, ni imaginado por lo más remoto. Aunque estoy muy muy agradecida, ojo (sólo que no estaba en mis planes, la verdad).
Por esas oportunidades que cogí y por las otras que no quise tomar, por esa cadena de decisiones, acertadas o no, he llegado hasta aquí. Y no pasa nada. Porque también hay que saber aceptar cuando algo no es para ti o tú no eres para algo.
Y chimpún.
Pero eso sí, para volver a la fila, primero hay que salir de ella y despejar esas dudas.
Sólo cuando has salido, puedes volver a ella con cierta dignidad.
Vete a Perú. Vete y no vuelvas.
Maria que bien escribes. Te admiro mucho