
Su agonía tapizada de Sevredol y MST desapareció un 27 de septiembre que, cuatro años atrás, me dejó en una orfandad de mierda. Sin paliativos.
Ella siempre tuvo esa cualidad alquímica de transformarlo todo en belleza, así que no hablaré aquí de su larga enfermedad, ni de las maravillosas y esperanzadoras treguas con sus consecuentes recaídas, ni de las erosiones que el proceso me produjo.
Sólo hablaré de su ausencia.
Ahora entiendo lo que dice Javier Marías cuando habla del duelo que, con el tiempo, llega a convertirse en el simple dato de una biografía. Dice que uno es incapaz de recuperar lo que sintió entonces, no digamos de llorar como se lloró entonces: “Es parte de mí. Es un hecho que me configura entre otros muchos”.
Soy sin padres desde demasiado pronto. Al igual que otros también son huérfanos o viudos o son sin hermanos. Son datos de la historia personal de cada uno. Y me parece penoso, pero también un alivio, pensar que algo que ha jodido bastante una vida, llegue a transformarse en un simple dato.
Sé que la teoría de Marías es cierta, porque el próximo 4 de diciembre se cumplen 20 años de ese otro dato adjetivado hace siglos. Y es cierto que lo que nos pareció gravísimo, llega un día en que nos parece de lo más normal.
La conclusión de todo esto es, que aunque estas dos experiencias me han curtido y aleccionado desde que era una niña, todavía no tengo claro si este tipo de vivencias te hacen más fuerte o más vulnerable que a los que no las han padecido a esas edades.
Es verdad que desarrollas otro tipo de resistencia (o a lo mejor no tiene que ver con eso, no lo sé), que sabes diferenciar lo importante de la memez (aunque a veces también soy bastante lerda), que no pierdes el tiempo con tonterias (eso es verdad) y BLAH BLAH BLAH…
Pero no ha sido nada de esto, sino otra cosa, la que me ha hecho ser consciente de la levedad de mi historia. Y desde entonces sólo pienso en vivir al día, en valorar lo que tengo y en lo fácil que resulta pasar de página cuando miramos hacia afuera.
Y por eso lo escribo aquí por primera vez, como exorcismo, en uno de esos ejercicios de hablar de uno mismo que tanto me avergüenzan.
Creo que siempre es bueno escribir las cosas para no olvidarse de ellas. Y exteriorizarlas sin afectación, en un tono que sólo el tiempo sabe neutralizar.
Así que ya no hay gravedad. Este capítulo está absolutamente cerrado. Nos despedimos y nos separamos.
Cuatro años después, venciendo la parálisis y el mutismo que manifiesto en los momentos menos oportunos, puedo hablar del tema con pasmosa tranquilidad y sin violenta tristeza. Con la serenidad de quien sabe que se puede tener ilusión y confianza en el presente, sin sentir culpabilidad.
En “La mujer temblorosa o la historia de mis nervios”, Siri Hudvesdt, dice que cuando escribes en un papel en blanco las palabras “Me acuerdo”, se activa un mecanismo cognitivo por el que se encienden aquellos recuerdos que la memoria trata de replegar para poder seguir viviendo.
Me acuerdo:
Me acuerdo de su bondad, de su pureza y de su humildad.
Me acuerdo de sus grandes abrazos y besos de madre.
Me acuerdo de su intuición y de nuestra comunicación telepática.
Me acuerdo de su perfume
Me acuerdo de lo independiente que fue gestionando el tema y cómo consiguió normalizarlo, anteponiendo siempre nuestro bienestar al suyo.
Me acuerdo de la amorosa firmeza de su mirada, cuando había que reprender, sin necesidad de decir una palabra.
Me acuerdo de cómo me animaba a salir, a viajar, a que lo pasara bien, a hacer todo lo que quisiera en la vida.
Me acuerdo de lo excelente deportista que era.
Me acuerdo de lo que disfrutaba comiendo.
Me acuerdo de nuestras negociaciones.
Me acuerdo de cómo me enseñó a relativizar los “problemas”.
Me acuerdo de lo que tiraba por los tres.
Me acuerdo de lo que le encantaba organizar reuniones familiares con mis tías y con mis primas.
Me acuerdo de nuestros viajes, de su espíritu didáctico y de su interés por conocer sitios nuevos.
Me acuerdo de cuánto le apasionaba la moda.
Me acuerdo cuando íbamos de tiendas.
Me acuerdo de lo moderna que era y de cómo me animaba a ser más lanzada.
Me acuerdo de nuestras conversaciones y de nuestra complicidad.
Me acuerdo cuando me decía que no postergara nada, y que actuara en el momento, porque no sabemos cuántos momentos más tendremos.
Me acuerdo de lo entretenidas que eran las reuniones con sus amigas cuando venían a merendar a casa. Y cuando me decía lo importante que es tener buenas amigas, de esas que cierran filas y siempre están ahí.
Me acuerdo de lo mucho que le gustaban los tortos de Casa Jamino.
Me acuerdo de sus regalos sorpresa.
Me acuerdo de cómo solía descansar en el sofá de casa, mientras cosía o veíamos la tele.
Me acuerdo de los piropos que me echaba.
Me acuerdo de lo ingeniosa que era.
Me acuerdo de sus celebraciones de todas las cosas buenísimas que nos pasaban.
Me acuerdo de cómo le apasionaba su trabajo y que los tratamientos no podían con ella.
Me acuerdo de lo difícil que era caminar con ella por la calle, parándose e interesándose por todos, de cuánto le afectaban los problemas de los demás, del cariño que desprendía y de lo mucho que la gente la quería.
Me acuerdo de la adoración y la pasión que sentía por mi padre (y mi padre por ella).
Me acuerdo de lo estilosa y lo coqueta que fue hasta en los momentos menos glamurosos.
Me acuerdo de la única vez en 14 años que la vi venirse abajo sin darse cuenta de que yo la estaba observando.
Me acuerdo de lo indefensa que me sentí cuando faltó.
Me acuerdo de sus ganas de luchar.
Me acuerdo de cómo me enseñó a valorar las cosas más simples y a agradecer el tiempo que tuvimos juntas.
Me acuerdo de sus terribles ganas de vivir incluso llegado el final.
Me acuerdo de su generosidad, de su protección, de su ejemplo y de todo el amor que me dio.
Me acuerdo de ella cada día.
Que bonito Maria!! Tu recuerdo es un tesoro!
Efectivamente lo tengo apuntado en mi agenda, mañana 4 años ya sin ella, no tengo palabras para decirte todo lo que sentí cuando acabo de leér tu maravilloso recuerdo, efectivamente, a pesar de que mi amistad con ella no fue de “siempre” sino prácticamente de los diez últimos años mas/menos, fue bastante intensa, por eso reconozco todo lo que has escrito sobre ella (yo a tu padre no lo llegué a conocer), pero si me contaba cosas y lo enamorados que estuvieron y atentos que fueron entre ellos, sois los tres unos hijos maravillosos y ejemplos a seguir, lo digo de verdad, os habeis quedado huerfanos muy jovenes, yo no creo tanto que se saquen tantas experiencias de los malos golpes, mejor no tenerlos, asunque sí se que estaba muy pero que muy orgullosa de vosotros, desde luego la mejor educación es con el ejemplo de uno mismo y en este caso ahí está el resultado, 3 hijos maravillosos, estudiosos,. trabajadores, humildes, de pies a tierra, enfín, ella bien sabía lo que tenía, incluso de amigos. Queridos mios, sin prácticamente trato con vosotros os deseo lo mejor, aqui me tendréis siempre y para lo que se os ocurra, lo digo de verdad. Besitos a los TRES. Y un recuerdo muy pero que muy cariñoso para mi querida amiga ANGELINES.